Donde van los patos cuando se congela el lago
Por María Zaragoza
Marina Fernández Bielsa ha escrito una novela. Marina Fernández Bielsa es un descubrimiento que nadie debería dejar escapar. Marina Fernández Bielsa no ha escrito una novela, ha escrito un bofetón. Explico esto: Cuando uno lee Los patos de Central Park(Alfaqueque ediciones, 2011), lo que siente es lo mismo que cuando te cogen por las solapas y te parten la cara, a mano abierta, que no duele pero humilla. Hacía mucho tiempo que nadie me ofrecía un libro que me causase tanto desasosiego. Marina Fernández Bielsa es una cronista de la realidad del desencanto, de la generación que se suponía que se iba a comer el mundo y ahora no cobra ni mil euros al mes. De los que lo tuvieron todo cuando niños, tanto que soñaron que el futuro sería brillante y soleado y que todas las calles conducirían a un lugar mejor, y eso les hizo intolerantes a la frustración, con ganas de desmoronarse ante cualquier imprevisto, de ojos sorprendidos ante un “no”, un tropezón, un fracaso. El futuro siempre pintaba brillante en esos días que recordados parecen lo mejor y huelen a sol y a amigos que juramos serían para siempre, y luego resultó que aquellos eran quizá los mejores días porque no había problemas ni decepciones ni responsabilidades. Los personajes de Marina Fernández Bielsa son como la mayoría de nosotros: se pasaron la infancia y la adolescencia deseando crecer y luego se dieron cuenta de que se habían perdido lo mejor de la vida pensando en un futuro que no existía. La vida era esto, no un mañana probable, sino un presente continuo con muchos días parecidos a ellos mismos. Marina Fernández Bielsa (y repito tanto el nombre para que nadie lo olvide) es la cronista del problema más importante es el mío propio porque no me enseñaron a mirar el ajeno. Y luego la realidad baña, poco a poco, cada página, cada viaje iniciático por el propio recuerdo, por el recuerdo ajeno de los que se rompieron el futuro sin querer. No es un libro de un viaje, de una vida, aunque la voz de la protagonista de esta historia, Diana, sea definitoria y reconocible como propia muchas veces, sino que son muchos microviajes. Y esto la autora lo hace muy bien, porque a lo largo de nuestras huidas hacia delante, no hacemos un solo viaje a nuestro pasado buscando las causas y las desembocaduras en nuestros problemas. Hacemos microviajes propiciados por un amigo que hacía años que no veíamos, un bar al que solíamos ir, la visión de un parque, o incluso cosas más sutiles como un columpio moviéndose o el vestido de una niña que se cruza en nuestro camino. La autora es capaz de embarcarnos en cada uno de estos pequeños viajes con la facilidad con la que una experta bordadora dibuja poco a poco una flor en un mantón de Manila. No hay que preguntar nunca si es autobiográfico aunque esté narrado en primera persona. Hay que dejar que la magia del libro nos abofetee, para eso está hecho.
Y es por eso que resulta ser un libro importante. Si hay una moraleja que se pudiese extraer yo diría que es el vive ahora, la vida es esto, no lo que sucederá. El futuro no es un posible sino un improbable. Y si te pierdes tu ahora te hundirás poco a poco en la melancolía y en el naufragio. Porque la vida es dura y empieza a ser dura demasiado pronto.
Creo que no hace falta que diga que en el libro de Marina no hay patos reales, sino metafóricos y que tampoco sale Central Park, sino que el título hace referencia a la pregunta que se hace el personaje de Salinger en El guardián entre el centeno, ¿dónde van los patos de Central Park cuando el lago se congela? Y no hay tales patos porque en realidad lo que se pregunta, lo que nos preguntamos a lo largo de toda nuestra vida, lo que se pregunta Diana en el libro de Marina Fernández Bielsa, es dónde van las cosas que planeamos, los amigos que hicimos y que parecían inquebrantables, las relaciones profundas, las emociones exaltadas, las ilusiones cuidadosamente entretejidas, dónde está ese futuro brillante que nos prometieron convirtiéndonos sin saberlo en frustrados vocacionales, dónde van las cosas que no van a ninguna parte cuando nuestra vida se congela. Cuando nuestros días se parecen y el amor de nuestra vida resulta ser un patán y traicionamos a las personas que más queremos porque somos inconscientes y no creemos en las consecuencias. Cuando la vida se convierte en plana y carece de los matices que habíamos soñado darle. Mafalda mostró su perplejidad en una tira de Quino cuando descubrió que por más que uno se empeñe en cambiar el mundo, al final es el mundo el que lo cambia a uno. Y Marina Fernández Bielsa, con su pequeño bofetón azul, con sus patos que vuelan ahora en las librerías, ha hecho un trabajo maravilloso recordándonos, en una prosa exquisita, que hoy importa mucho más que mañana y que la vida, nos puede transformar en cualquier cosa a nuestro pesar. Probablemente justo en eso que juramos no ser bajo ningún concepto. Hay que leerlo.
1 comentario:
No sé como será el libro de Marina, pero esta reseña me ha dejado noqueado.
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