jueves, 9 de junio de 2011

Reseña de "Los patos de Central Park"


Joseph B Macgregor es el autor de la reseña sobre Los patos de Central Park de Marina Fernández Bielsa que reproducimos aquí y que podéis leer en este enlace.

OPINIÓN DE JOSEPH B MACGREGOR

Los patos de Central Park de Marina Fernández Bielsa es una novela sentimental, es decir, y aunque parezca una obviedad, que habla sobre sentimientos. Se trata de un texto muy corto, que apenas llega a las cien páginas, en la que se dicen verdades como puños y que se intuye escrita con el corazón, poniendo toda la carne en el asador hasta el punto de que a veces leyendo algunos fragmentos se me ponían “los pelos como escarpias”, debido al alto grado de identificación de servidor con las inquietudes y zozobras de Diana, la protagonista estelar de la historia:

La existencia se vuelve frágil cuando no hay raíces que nos mantengan con los pies en la tierra ni sentimientos sólidos que nos den la paz. […] Sigo persiguiendo una seguridad de cuya existencia dudo a cada instante. Y, cuando creo haberla encontrado, empieza a tambalearse, golpeada por una insatisfacción que llevo inoculada en la sangre como un virus que cada cierto tiempo revive hasta hacerme enfermar. Es como si viviera de paso y me asusta pensar que tal vez-otra vez la duda- no llegue a encontrar un lugar en el mundo, un sitio en el que parar y del que no necesite huir.” (págs. 8,9 y 10)

En un momento de la narración se nombra al libro de Carmen Martín Gaite,Nubosidad Variable. Supongo (y es sólo una impresión) que de alguna formaMarina Fernández Bielsa pretende homenajearla con esta novela, básicamente porque el diseño de los personajes (siempre dándole vueltas a la cabeza con mil cuestiones; el monólogo interior es importante), la estructura narrativa (como señalé, antes aparecen diarios personales o las cartas /emails a modo de testimonio) y los temas que aborda (los estragos que el paso del tiempo en las vidas y amistades de un grupo de personas, una enfermiza nostalgia por lo que pudo haber sido y no fue) se asemejan un poco a los de la escritora salmantina.

De igual modo, se alude a otros libros como El Guardían en el Centeno deSalinger en el cuál se inspiró la autora para el título de su novela:

“La gente nunca se da cuenta de nada, gritaba Holden desde las páginas de El Guardián. Al igual que a él nos costaba dejar de ser niños y afrontar que no hay ningún guardián que nos salve del abismo que se extiende tras el campo de centeno. Y que es necesario, atravesarlo para crecer, aunque crecer signifique vagar, como Holden en Nueva York, por una ciudad desconocida y hostil, donde a nadie le importa adónde van los patos de Central Park en invierno.” (págs. 24 y 25)

También Diana cita letras de canciones de Sabina, Ismael Serrano, Los Secretos, Serrat o Radio Futura, entre otros; libros y canciones que forman parte de la memoria colectiva de muchos españoles nacidos entre los años 60 y 70 y sensaciones con las que muchos nos sentimos reflejados o identificados. Por eso, son importantes además las series de televisión (Vickie el Vikingo, La Casa de la Pradera, Verano Azul…), las meriendas con Nocilla (aunque la novela no tiene nada que ver con la famosa corriente de literatura alternativa), la tele en color o los fines de semana en el chalet de un urbanización cercana a la urbe; muchos sabrán de lo que les estoy hablando.

En ese sentido, quizá el argumento no sea demasiado original ni aporte nada especialmente novedoso. Se trata de cerrar círculos que quedaban abiertos, de pasar página y para ello es necesario recordar para así llegar a la raíz del problema, escupirlo de una vez y seguir para adelante; algo que ha sido tratado en múltiples novelas. Sin embargo, el modo en cómo la autora nos cuenta su historia sí que me resultó muy estimulante y conmovedor, utilizando además un lenguaje muy cuidado que en ningún momento cae en el sentimentalismo barato, la cursilería o lo ñoño. Al contrario, Bielsa combina sencillez con profundidad, esgrimiendo además un sentido de lo poético muy moderno, nada anquilosado, rancio o casposo, sino muy cercano, mezclando con habilidad lo tierno con lo amargo, la desilusión con la esperanza, la fragilidad con la fuerza (o con las ganas de salir a flote). Es una narración ágil, que se lee muy bien.

Como les sucede a muchas de las protagonistas de los libros de Martín Gaite, Diana encuentra en la escritura en papel de sus sentimientos una válvula de escape. Se produce a lo largo de la narración algo muy curioso y es lo siguiente: aunque el texto está narrado todo el tiempo en primera persona, la protagonista intercala además fragmentos de su diario personal, para así reforzar o explicar mejor aquello sobre lo que está reflexionando o aquella anécdota que está describiendo.

No existe un conflicto o excusa que haga avanzar la trama sino que ésta se mueve, opino que con suma habilidad, a través de los recuerdos, evocaciones o pensamientos de la protagonista. Digamos, eso sí, que hay anécdotas que tienen más importancia que otras (el amor platónico por Miguel) y que de alguna forma éstas sirven para explicar el porqué del desgaste de la amistad de los tres amigos, pero, insisto en que no me parece que éste sea el tema central de la historia, sino que lo esencial en la novela es el balance final que Diana hace sobre su propia vida. En su regreso a Madrid, Diana recuerda muchos momentos de su infancia y juventud, sobre todo aquellos que significaron para ella una novedad (la primera regla, el primer amor, la primera decepción sentimental, la pérdida de la virginidad) mezclada con otras evocaciones que tienen que ver con el deterioro en la relación de amistad que mantenía durante la adolescencia con Óscar y Rebeca, sus dos mejores amigos, o con otros recuerdos sobre su vida familiar, sus miedos y desilusiones:

“Las vivencias se incrustan en el ADN de la memoria y se trasmiten genéticamente a experiencias futuras. El olvido no existe, aunque nos empeñemos en no recordar. Cada persona, cada momento vivido, deja su rastro, imborrable, a pesar de todo. Aunque lo creamos superado, tiene la cualidad de proyectarse hacia el futuro. Aunque no lo sepamos, aunque queramos ignorarlo, nos condiciona.” (Pág. 15)

En ocasiones, cuando leemos un libro, como sucede en esta ocasión, nos preguntamos cuánto de autobiográfico, de confesión personal o de ajuste de cuentas con su propio pasado por parte de su autor/a tiene la novela en cuestión. Y esto sucede, siempre que éste/a consigue que nos creamos a sus personajes, los sintamos cercanos, reconocibles, auténticos, de verdad. Durante la lectura del libro de Marina Fernández Bielsa no he tenido nunca la sensación de estar leyendo un texto de ficción sino una larga carta firmada por una amiga que deseaba desahogarse con alguien; como si hubiera recogido en la orilla de la playa una suerte de inesperado mensaje en una botella.


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